Los calamares y chipirones de potera, las almejas, los fritos, los peces de roca que la jornada aporte –atención al pixín, la furagaña, los salmonetes y el rubiel–, y el pulpo o el bacalao, visten sencillez de plancha, lecho y jugos de horno, alegrías arrieras, salsas blancas de fumés y oricios, hervores de cazuela y un común de calor y color caseros.
Las ensaladas mezclan jamón, quesos, ahumados, aceitunas, espárragos o cebolletas con aliños pergeñados de vinagretas y de olivas aromatizados, y los espaguetis cortejados de almejas, gambón y otras marisquerías merecen consideración y momento.
Durante el verano, dos vernáculos, deseados e imprescindibles monumentos gastronómicos , el rollo y la ventrisca de bonito, pueden integrarse en el concurrido itinerario de los más recomendados.
Por encargo podemos compartir fabes con almejas, con liebre, con jabalí o con el compangu ortodoxo. O una paletilla de lechazo a punto de horno. O un cabritín con sus sofritos y salsinas. O un cachopo nada convencional. O una paella de marisco a la hora marcada... O lo que nos aconsejen según marquen el mercado, la rula, la temporada y el día.
Uno desearía mayores anchuras y aforos que tal vez ocurran, pero disfruta comprobando que cada plato llega recién construido, hogareño, palpitante y redondo.
Es posible degustar entre otras propuestas ensaladas de distinta factura, espárragos rellenos de marisco, pulpo al ajo arriero o bacalao al horno, que se pueden acompañar de referencias vinícolas de actualidad. Posibilidad de degustar vinos por copas.