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Agüita Salá es vinatería seria en copas y tapas, y restaurante serio en especialidades y atenciones.
Que esté en uno de los laterales del Martillo de Capua, con el mar de fondo, significa que asume el reto de una zona difícil para la hostelería; que se rodee con una decoración original y cálida, vanguardista en el piso bajo y reposada en el comedor superior –de las placas geométricas, las superficies traslúcidas o las cenefas abstractas pasamos a enrejados de madera, luces indirectas y jardincillos de bambú– significa disponer de espacios para el bullicio y la serenidad; que ahora lleve la responsabilidad culinaria Zorobabel significa que el nombre del establecimiento también anuncia parte de sus inclinaciones y contenidos.

Zorobabel trenza vida y trabajo al nacer entre las cocinas y los comedores del restaurante de su padre Francisco Durán ‘Curro el Cojo’; dirigió varios buques insignia del buen comer y conoció a la gijonesa que le naturalizó asturiano haciendo un curso de ‘saucier’ en Suiza. Los platos que compone parten siempre de una firme base clásica, y aunque reciben adornos muy personales y acertados, la excelente materia prima no pierde esencia pero gana realce: los insuperables gazpacho y ajo blanco, las crujientes tortas de camarones o el refrescante tartar de atún no desmerecen de las croquetas de bugre azul, de los caramelos de centollo o de la ventrisca de bonito y hermanan Peñas con Tarifa.
La lubina, el rodaballo y la merluza, siempre de rula, traen marchamo de aquí, la gamba, la presa ibérica, las carrilleras estofadas y el carré de cordero recorren la Vía de la Plata. Y en cada caso los adobos, los salteados, las cremas o los caramelizados acompañan y seducen sin perder su sitio y papel. Javier Peláez, el anfitrión, un joven de Tineo bregado en salas de vinos, copas y buenos ambientes, preserva con mimo y tino la divisa de la casa: ‘Galería de sabores’.