Nacho García, 06-10-2008
No pretende el autor poner en duda la afirmación del refranero, que aunque sea muy atrevida la ignorancia, uno goza de controlada humildad, y por tanto es consciente de los limites de su conocimiento. Sin embargo echando mano de la misma sabiduría popular, también podemos afirmar que "sobre gustos no hay nada escrito" y por tanto, puede cada individuo elegir libremente el mejor comestible marinero.
Aunque eso sí, rebuscando en el dicho es obligatorio preguntarse el por qué es necesario poner puertas al buen gusto, y por qué hay que limitar a tan solo un producto de tan generoso suministrador de manjares.
A estas alturas ya habrán descubierto que puede ser exquisito mi paladar, pero nunca escaso, y es que gozo de gran volumen corporal, y me uno a los que piensan que en el comer reside uno de los grandes placeres de la vida. Así que sin cuestionar las virtudes del "mero", yo soy de los que prefieren añadir variedad a su dieta, y me niego a tener que elegir entre todo lo que el mar nos puede ofrecer.
Además seguro que no me equivoco si digo que estarán de acuerdo conmigo cuando afirmo que "hay una cosa para cada momento" o quizá "un momento para cada cosa", en cualquier caso lo que pretendo afirmar es que en el arte culinario hay que elegir las viandas en virtud de muchos factores, y por eso puede el “mero” ser aderezo especial de una buena cena, pero en cambio podemos elegir otro pescado para un más suculento almuerzo.
Y ¿que me dicen de la compañía? Igual que podemos elegir un buen vino para compartir con nuestras amistades, es también apropiado optar por un cava para una velada más romántica. Aplicando esta forma de elegir entre las opciones de la carta, quizá sea acertado preferir las "ostras" al mencionado habitante de los fondos marinos.
Vuelvo a insistir en que no es el objeto de este artículo poner en jaque la voz del refranero popular, Dios libre a este pobre comensal. Pero si quiero revindicar la libertad personal del consumidor gastronómico. Y aunque no esté escrito, y no sea políticamente correcto, a veces es bueno romper los cánones y seguir el propio instinto. No es mi intención sentar cátedra, pero si me gustaría poner en cuarentena las opiniones generales emanadas del gusto mayoritario, y forzar al lector a crearse la suya propia, porque no hay nadie como uno mismo para saber lo que le gusta.
Sigo insistiendo en que no es necesario renunciar a ninguno de los regalos del reino de Neptuno, e igual de exquisito puede resultar un pulpo amariscado, que un besugo a la espalda, y podemos disfrutar de un buen bacalao en sus infinitas formas de presentarse ante nosotros, como de una lubina a la sidra. Y podría seguir enumerando estas alegrías para el estomago, pero con tanto hablar de comida se me ha abierto el apetito, así que les dejo, que me voy a comer algo. "Camarero por favor..., una de mero".
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